Lena Pettersson
En el torrente de artículos y noticias relacionados con la pandemia del Covid-19 suelo echar de menos más información y debate sobre qué nos hace vulnerables -o resistentes- a los daños del virus. Y resulta que hay una larga lista de estudios científicos sobre estos temas, ignorados por la mayoría de los medios de comunicación.
Ayer teclée “vulnerabilidad coronavirus” en el buscador, pero no hubo muchos resultados interesantes. Luego puse lo mismo en inglés, y me quedé hasta pasada la medianoche leyendo unos textos muy interesantes.
Uno de ellos es un estudio reciente de varios autores, entre los cuales se encuentra un español, Antonio F. Hernández, del Departamento de Medicina Legal y Toxicología de la Universidad de Granada. El estudio se titula “The under-reported role of toxic substance exposures in the COVID-19 pandemic”, y describe como la lucha contra la pandemia se ha centrado casi exlusivamente en el virus, obviando cómo la exposición a sustancias tóxicas nos hace más vulnerables ante este. Y sobre todo explica por qué esto es muy preocupante.
Voy a intentar resumir el contenido, pero si alguien quiere leer todo el artículo (en inglés), lo puede hacer en este enlace:
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0278691520305779
Los autores afirman que aunque practicamente todos los gobiernos han visto el COVID-19 como un problema de virología, la realidad es que en nuestras vidas diarias estamos expuestas a una multitud de toxic stressors, de factores perturbadores (químicos, físicos, biológicos, psico-sociales…) que degradan nuestros sistemas inmunológicos, algo que el virus SARS-CoV-2 aprovecha para desencadenar una serie de reacciones que desembocan en la enfermedad del COVID-19.
Se hace referencia a una larga lista de estudios que identifican muchos de estos factores perturbadores que han contribuido al aumento de las enfermedades crónicas, enfermedades que nos hacen más vulnerables al virus.
Algunos de ellos tienen que ver con nuestros estilos de vida, como el fumar, la falta de ejercicio, el abuso del alcohol, las dietas basadas en alimentos refinados y ultraprocesados, etc. Otros incluyen el uso de medicamentos como los antiinflamatorios no esteroideos (Ibuprofeno, Aspirina, etc), los antibióticos, las drogas psicotrópicas (p.ej. Antidepresivos).
Al menos algunos de ellos podríamos evitar, pero otros suelen escaparse de nuestro control, como es el caso de los factores biológicos (toxinas, virus, bacterias…), y sobre todo la enorme cantidad de sustancias químicas artificales y tóxicas a las que estamos expuestas a través del aire, el agua, el suelo, los alimentos, la ropa, los utensilios, los material de construcción…
Por último, también influyen aspectos psico-sociales y económicos, come el estrés crónico, la depresión, el aislamiento social, etc.
Sí que solemos oír y leer que el COVID-19 se ceba sobre todo con personas de avanzada edad, o con las personas con patologías previas (a la vez que nos recuerdan que ninguna persona puede saberse “a salvo”), y sin embargo no solemos oir muchos análisis de porqué estas patologías previas están cada vez más extendidas.
Subrayan los autores que no se debe atribuir las consecuencias graves del COVID-19 a un factor aislado, sino que hay que considerarlos en su conjunto (el virus-toxic stressors nexos, como lo llaman ellos).
Sin embargo, la respuesta de los gobiernos en practicamente todo el mundo ha sido centrada sólo en el factor del virus, obviando casi todos los aspectos toxicológicos. Esta respuesta ha consistido en 1) evitar la exposición al virus mediante cuarentenas y confinamientos; 2) impulsar la busqueda de tratamientos anti-virales y 3) acelerar el desarrollo de vacunas contra el virus.
Pero el virus solo es UN elemento en el conjunto que puede llevar a un desenlace fatal del contagio – sólo uno, pero a diferencia de otros, sin intereses económicos detrás.
Estos intereses económicos, según el grupo de científicos, son la causa por la que no se toman también una cuarta clase de medidas, por muy necesarias que sean, a saber: reforzar nuestro sistema inmunológico, identificando qué factores lo debilitan para eliminarlos de forma más rápida y exhaustiva posible, con una ambiciosa regulación de los “toxic stressors” (sustancias químicas, radiaciones, etc).
Reclaman otro tipo de cuarentena, que nos protegería más: una cuarentena para los factores nocivos que disminuyen nuestras defensas y nos hacen más vulnerables ante el coronavirus: pesticidas, sustancias como PFAS (presentes por ejemplo en muchos materiales antiadherentes), ftalatos y otros disruptores endocrinos, radiaciones inalabricas, etc.
Terminan el artículo con la siguiente conclusión:
“Las causas subyacientes de la pandemia actual han sido a la vez tergiversadas y camofladas. Las causas relacionadas con la toxicología han sido obviadas, a favor de las causas virológicas. Esto se refleja en la adopción de medidas de protección de dudosa eficacia y que poco hace para prevenir pandemias futuras. Han tenido unos efectos desastrosos para la economía global, lo que ha empeorado la situación económica y social de mucha gente, contribuyendo a deteriorar su salud física y mental. (…)”
Para corregir esta situación, los autores subrayan la necesidad de respuestas estrategias no sólo a corto plazo, sino también a medio y largo plazo, para aumentar nuestras defensas intrinsecas a futuras pandemias.
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Hace ya varios meses que copié el principio clave que debería guiar toda adopción de medidas anti-covid, que ví formulado en algún artículo de la revista The Lancet:
Es imprescindible identificar las intervenciones que más reduzcan la transmisión del virus con el menor coste económico y psicológico.
Entiendo que los confinamientos pueden ser necesarios en determinadas situaciones, pero como conllevan unos costes muy altos, al menos habrá que exigir que sean eficaces.
Sobre esta cuestión recomiendo la serie de análisis escritos por varios expertos en temas sanitarios (Alberto Infante Campos, Daniel López-Acuña, y José Martínez Olmos) y publicados por Eldiario.es. Copio aquí unos extractos de su último artículo sobre la situación en Madrid:
“…Las medidas de limitación de la movilidad, de reducción de aforos, de frenos al ocio nocturno, de prohibición de celebraciones y eventos masivos y de restricciones a reuniones y celebraciones tienen que ser puestas en marcha en todo Madrid y no solo en unas cuantas áreas sanitarias. El virus no circula en compartimentos estancos, hay demasiados contagios bajo el radar en toda la capital y en muchas poblaciones de la CAM.
Ese es el factor clave que perpetúa la transmisión y sigue extendiendo la enfermedad. Esas son las personas a las que hay que identificar y ayudar a que se aíslen de forma efectiva para interrumpir la cadena de contagio. Por eso la respuesta no está en el sellado parcial, ni en el confinamiento segmentado, ni en acciones punitivas y despliegues de fuerzas de seguridad dentro de las zonas (casi guetos) que de facto y equivocadamente se han creado en los sectores más afectados por la enfermedad.
Desde un punto de vista epidemiológico y de salud pública, tanto los datos como la experiencia acumulada dentro y fuera de España no dejan lugar a dudas: la medida más adecuada a la situación que se vive en la CAM sería que toda la Comunidad retornase a un esquema de restricción de los movimientos y de la actividad económica similar, cuando menos, al que hubo en la fase 1 del estado de alarma por un periodo de 7 a 10 días, con la probable excepción del mantenimiento de las actividades escolares que habría que sopesar detenidamente, siempre que se aplicasen protocolos muy estrictos.
Existe un amplio consenso en que segmentando estas medidas por zonas de salud en una mega urbe con los patrones de movilidad de Madrid resulta, además de injusto por discriminatorio, epidemiológicamente inútil e insuficiente. (…)
…Por su parte hay que adoptar de forma inmediata las medidas adicionales que no han sido debidamente adoptadas hasta ahora. No debe posponerse el reforzamiento de los equipos de atención primaria, la adecuada dotación de profesionales para el rastreo, la realización de pruebas diagnósticas antigénicas rápidas y/o de PCR con criterios unificados sobre las condiciones y grupos prioritarios para las campañas poblacionales con las nuevas pruebas antigénicas, el aislamiento efectivo de asintomáticos positivos con la activación de programas sociales para apoyar dicho aislamiento….”
Muchas gracias Lena. Muy bien expuesto, tanto en la redacción, como en la transmisión de ideas, las cuales, comparto.
A ver si nos vemos en la reunión, que será muy pronto.
Muchos besos
Pilar
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