Lena Pettersson
En Ávila capital y en varios pueblos de la provincia se ha empezado a desinfectar las calles con hipoclórito sódico (lejía). Esta medida, ¿sirve realmente para «frenar la expansión del COVID-19 y aportar seguridad a los ciudadanos«, como pretenden las autoridades?

He buscado información para saber si constituye una práctica habitual, y si se considera en general una medida eficaz.
Aunque se ha empleado la desinfección masiva de espacios públicos sobre todo en zonas de China, y también en Corea del Sur e Irak, no he encontrado datos indicando que se haya hecho en Europa.
Una cosa es la desinfección de espacios de alto riesgo, como hospitales, farmacias, y oficinas donde entran mucha gente, y otra la fumigación de calles. Los epidemiólogos citados en los artículos que he encontrado sobre el tema han expresado bastantes dudas. «Desinfectar superficies tocados por mucha gente si puede ayudar a matar virus, pero, ¿cuántas veces tocamos la calle con nuestra boca o mano?», como decía una experta en prevención de enfermedades infecciosas.
Como el virus no viaja por si solo en el aire, sino se transmite a traves de micropartículas que una persona infectada expulsa al toser o estornudar, el distanciamiento entre la gente sigue siendo la medida de precaución más importante.
Además, como estas micropartículas pueden caer al suelo – donde no se sabe cuánto tarda el virus en morir – para que la desinfección fuera eficaz habría que repetirla todos los días. Y una fumigación masiva de calles no creo que sería ni practicable ni deseable, ya que las sustancias químicas que se emplean tienen sus propios riesgos – para ojos, piel, sistema respiratorio, y para el medio ambiente.