La huella de carbono en los alimentos. ¿Qué podemos hacer?

Publicado por

2016-08-02 (11)

La O.N.U. avisa : “ El mundo dispone de 10 años para controlar el cambio climático y evitar daños irreparables en el planeta” (8 de Octubre de 2018). Una advertencia que muchos temíamos.

Todos hemos oido hablar del efecto invernadero, de las emisiones de CO2 a la atmósfera o del cambio climático. Son palabras ya frecuentes en nuestro vocabulario.

Sabemos también que el incremento de gases emitidos a la atmósfera por la actividad humana ha provocado un aumento de temperatura en el planeta y por consiguiente está cambiando el clima.

Algo menos común es hablar de la “huella de carbono” y la importancia que tiene para comprender qué es lo que podemos hacer o qué podemos aportar para luchar contra el cambio climático. Pequeñas cosas que suman en la lucha contra el aumento de la temperatura en el planeta.

Pero, ¿qué es la huella de carbono?

Es la manera de cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero que produce cualquier actividad humana.

La producción de alimentos, por tanto, también deja huella. Los procesos de elaboración, manipulación, envasado, conservación, transporte, cocinado, eliminación de residuos, etc., suman para dar la verdadera huella contaminante que dejamos al consumir determinados alimentos.

No voy a recomendar aquí consumir un determinado tipo de comida -vegetariana, carnívora, vegana o por el estilo- solo pretendo provocar una reflexión sobre un consumo más responsable con el medio ambiente y establecer unas pequeñas pautas para contribuir o poner nuestro granito de arena contra el cambio climático.

En este sentido, la alimentación de la humanidad debe reducir el consumo de alimentos que necesiten muchos recursos naturales para ser producidos. Es necesario que los patrones alimentarios cambien para acercarse a las producciones locales. Relocalizar la producción de alimentos es fundamental para un mundo sostenible.

Los productos locales no son capaces de competir con los precios de algunos productos extranjeros, ya sea porque son multinacionales las que producen grandísimas cantidades a bajo coste o porque la legislación, entre otras la ambiental, no es tan restrictiva o directamente no existe en aquellos países, reduciendo muchísimo los costes de mantenimiento y producción. Exigir una legislación del país exportador de productos alimentarios respetuosa con el medio ambiente y con los derechos de los trabajadores.

Tenemos que tener en cuenta que determinados alimentos -como por ejemplo la carne, los productos lácteos o el pescado- tienen un alto coste ambiental. Un consumo responsable debería estar presente en nuestra dieta. En este sentido hay que añadir que no es lo mismo, desde el punto de vista ambiental, consumir carne o pescado producidos cerca del lugar donde vivimos que importados desde miles de kilómetros de distancia. La importación de determinados productos puede llegar a producir hasta un 50% de emisiones generadas por los alimentos. Consumir productos locales reduce la emisión de gases. Alimentos de km 0.

Además, el conocimiento de los alimentos tradicionales de la zona nos dará pistas para hacer una compra más sostenible por su cercanía en la producción y comercialización, así como por la temporalidad del producto. Consumir alimentos tradicionales beneficia al medio ambiente.

Muchos alimentos que consumimos están fuera de temporada de producción y necesitan, bien un transporte desde zonas lejanas o bien un sistema de conservación costoso para el medio ambiente. Consumir productos de temporada reduce la contaminación ambiental.

Exigir el cambio del modelo de producción agropecuaria disminuyendo la utilización de agroquímicos y fertilizantes así como la reducción del consumo de recursos hídricos (la ganadería y la agricultura consumen entre el 79 y 80 % del agua del planeta) a las empresas alimentarias es fundamental para el sostenimiento ambiental. Crear conciencia de desarrollo sostenible y exigir modelos de producción responsables.

Evitar la producción de desperdicios, ya que el 40% de la producción de hortalizas y frutas se desperdicia por deterioro en la conservación y el transporte. Estamos acostumbrados a ver productos vegetales perfectos en las cadenas de distribución pero no sabemos el sobrante de producción que se pierde. Desperdiciamos cerca de la tercera parte de los alimentos producidos. Evitar tirar alimentos y consumir alimentos visualmente imperfectos.

Planificar las compras para reducir deshechos y reciclar es un guiño muy importante a la salud del planeta. Reutilizar y reciclar.

Evitar el consumo de alimentos envasados cuando sea posible. Recuperar la compra a granel y en envases reutilizables.

Infórmate del sistema de producción agrícola, ganadera o pesquera de los alimentos que consumes y si son sostenibles y responsables con el medio ambiente. Conoce si las empresas que comercializan los alimentos que compras están adheridas al decálogo de sostenibilidad integral de la industria agroalimentaria que publica el ministerio de agricultura.

Saber qué alimentos con mayor huella de carbono consumimos podría darnos una idea sobre qué reducir en nuestra alimentación o qué cambiar en nuestra dieta.

Aunque al inicio del artículo declaraba no recomendar alguna dieta, sí lo hago con la Mediterránea, recientemente declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad por saludable y sostenible.

Es incompatible la globalización alimentaria con un modelo medioambiental sostenible de consumo. El planeta no entiende de barreras ni fronteras; si la economía y los mercados están globalizados, también es necesaria una política ambiental globalizada.

Manuel Vicente, Veterinario.

huerto
Foto: Mª José Terciado

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