En la montaña

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Pablo Marín Martín

Otro paraje donde soñar, otro lugar donde evocar el paisaje de antaño: el de los antiguos bosques de Gredos.

Bajo la foresta se desenvuelve con habilidad el azor. Durante su silencioso vuelo se desplaza esquivando viejos pinos resineros y serranos. Su presencia no hace sino  engrandecer más si cabe el paraje donde me encuentro. Es uno de los muchos ríos encajados entre empinadas  laderas cubiertas de pinares. A un costado del arroyo, un gran lanchón de granito irrumpe como una gran calva en mitad de la continuidad del monte. A sus pies, el agua rezuma y acaba por incorporarse al cauce. En ese escenario, unos pocos cientos de pinos serranos encuentran las condiciones de humedad y de media sombra que requieren para vivir. Se trata de un enclave relicto para la especie. A baja altitud e inmerso en el pinar negral dominante.

IMG_20190721_130744Un acebo encuentra su sitio en la base de la lancha, y una higuera medra en la frescura del curso del agua, a la sombra de un descomunal pino serrano. Siguiendo el cauce río arriba, varios de estos inmensos pinos flanquean el arroyo, emergiendo como grandes columnas. Sus cándalos retorcidos y sus copas achaparradas evocan los nevazos de antaño. Sus largas y gruesas raíces se entrecruzan y retuercen entre las piedras, creando islotes elevados sobre la lámina de agua. Junto a estos ejemplares varias veces centenarios, asoma ya una nueva y abundante generación de esbeltos pinos serranos buscando la luz. Algunos tímidos fresnos se van asentando bajo la espesura del pinar.

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Cuando el río asciende y llega a la cima llana de la lancha, los serranos desaparecen dando paso a los pinos blancos (Pinus nigra). El paraje se vuelve más expuesto, con mayor insolación. El pinar negral se va aclarando poco a poco, camino del típico paisaje abierto de sierra. Desde ahí abajo contemplo la cabecera del río y las cumbres con curiosidad.  En el sitio donde el contrafuerte de pinares se une al muro de Gredos, veo un paisaje de brezales y pequeñas praderas. Hoy deforestado, en su día tuvo que estar cubierto de un pinar serrano importante. Decido subir, sin otro fin que imaginar los antiguos pinares que debieron de existir. Pero sin perder la esperanza de hallar cualquier cosa que me retrotraiga a esos bosques pretéritos. Un trozo ínfimo de madera de pino carbonizada incrustado en un talud de un cervunal, por ejemplo. Llego hasta un collado que da vistas a un valle paralelo. Tengo a mis pies un barrerón que termina en una hoya deforestada, los pinares han desaparecido, pero debieron de subir hasta muy arriba, pues los suelos son sin duda forestales y apenas hay rocosidad en superficie… En este collado pongo fin a mi ruta. Con la cabeza llena de pájaros. La curiosidad al observar otro valle que explorar me carcome. Pero el reloj siempre juega en la contra de aquellos que, de forma errática, espontánea, buscamos las pruebas del paisaje pasado. Me tiro tumba abierta para abajo desandando lo andado, atrochando para que el tiempo no se me vaya sin darme cuenta. Al llegar a la gran lancha me paro a contemplar y veo al azor bajo los pinos viejos. Me calmo, tiro la mochila, la ropa y me meto en la pocita que horadó el agua, a base de tesón más que de fuerza. Una marmita con vistas privilegiadas en mitad de una inmensa lancha que se descuelga al vacío.

2 comentarios

    1. Sí, el pino silvestre aquí se conoce como serrano. No es tan relevante el lugar. Sólo quería transmitir al lector el bienestar que puede producir recorrer un lugar cualquiera. Uno entre tantos que hay así en el sur de Gredos. Es intencionado el no mencionarlo. Me alegro de que te guste.

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