Pablo Marín Martín
En la escuela de Casavieja se puede ver un mural muy bonito pintado en el patio con motivos naturales de plantas y animales. Y en los aleros de la fachada de la escuela se ve algo bastante más desagradable: los restos de barro de antiguos nidos de aviones comunes. Los han destruido a conciencia.
¿Qué pretendemos con esto? ¿Somos tan sumamente hipócritas, capaces de pintar la naturaleza para servir de ejemplo a los más pequeños a la vez que le ponemos trabas a ésta en nuestras propias casas y pueblos?
Hace unos 50 años, en las estrechas calles de Cuevas empezaban a verse los primeros signos de la modernidad. Unos modestos cables de la luz que atravesaban de una acera a la otra y de una casa a la de enfrente. Aparte de para poner la primera bombilla en los hogares, los cables también servían como lugar de descanso y congregación para decenas de chillonas golondrinas recién voladas del nido. Me hubiese gustado conocer aquella pintoresca imagen, pero sólo me llega de oídas. Las poblaciones de estas aves han caído en picado.
Lo que sí he alcanzado a conocer son algunos de los últimos nidos de golondrina que se respetaron en el interior de las casas. Construidos en los entrevigados de los portales, al resguardo del calor del verano, en los frescos bajos de las casas. Lamentablemente, estoy por asegurar que en mi pueblo no queda ya ninguna pareja de golondrinas criando su descendencia de puertas a dentro.
No sé, lectores, qué pensáis. A mí me da la sensación de que con los nuevos tiempos nuestros paisanos (en unas acciones mal razonadas encaminadas supuestamente hacia el confort y el progreso) se llevaron por delante cualquier rastro de lo tradicional, de todo aquello “que desde tiempo inmemorial siempre fue así”. Ser moderno, salir del agujero de los peores años del siglo XX, implicaba hacer un lavado de cara radical, cambiar, evolucionar, ser distinto, como si las cosas hechas a la antigua ya no sirvieran. De las pintorescas calles de aleros volados y fachadas de piedra, ladrillo visto y alfarjías de madera entrecruzadas se pasó a las edificaciones de pilares de homigón, más altas, más modernas,…, más feas. Con aleros cortos y fachadas que se calan con la lluvia. Y la humilde golondrina, con su nido de barro y su ristra de “cagalutas” en el suelo empedrado de nuestro portal, resultaba demasiado anticuada para integrarse en los nuevos tiempos.
No hay duda de que hemos ido dando la espalda a estos pajarillos que gustaban del frescor de los bajos de nuestras casas para criar a su prole. Hemos corrido la cortina y trancado la puerta con llave para acabar repudiándolas, cuando en tiempos fueron bien recibidas. Cuando se pasaba necesidad, las travesuras de los muchachos resultaban una fuente de alimento. Subían a los tejados a coger los pollos de estorninos y gorriones de debajo de las tejas. El vulnerable nido de la golondrina, poco menos que a la altura de nuestra cabeza, era respetado, pues se consideraba como de nuestra familia. Con ella tuvimos el trato más íntimo. Ahora es la más expuesta a nuestros intransigentes cambios de mentalidad.
No es raro que los vencejos (llegaron a Cuevas este 22 de abril) al volver de sus cuarteles de invernada se encuentren las ranuras de las ermitas donde anidaban el año anterior llagueadas de cemento, para acabar de complicarles las cosas. Sus poblaciones descienden. Los aviones comunes puede que se beneficien de los edificios modernos más altos. He visto que de las tres especies es la que menos efectivos ha perdido en las últimas décadas. El verano se está quedando mudo en lo que al canto de estas aves se refiere. Una canícula asfixiante cae como una losa sobre las calles. Estas aves de trino alegre, las únicas aventajadas que al recortar el aire veloces perciben la frescura residual del ambiente, poco a poco van enmudeciendo y haciendo de los pueblos lugares cada vez más desiertos, con menos vida. Reflexionemos y seamos más benévolos, tolerantes. respetuosos. Al fin y al cabo, seamos como fuimos.
Aporto algunos datos antiguos. Para un pueblo con unas 600 viviendas, el número de parejas reproductoras de estas aves resulta irrisorio. En años recientes, las poblaciones se han reducido más aún.
CUEVAS DEL VALLE |
Nidos con pollos en 2004 |
Nidos con pollos en 2005 |
Avión común |
136 |
120 |
Golondrina |
34 |
38 |
Golondrina daúrica |
3 |
3 |
