No me esperaba una sala llena de público en el pasado pleno de la Diputación, pero si pensaba que algunas personas tendrían interés en escuchar en directo los debates sobre diferentes asuntos de la provincia
No sabía que los plenos eran tan secretos.
Si no me hubiera avisado el diputado por Trato Ciudadano, no me habría enterado. En la web de la Diputación no encontré ningún anuncio, ni el horario, pero al final al menos averigüé donde estaba escondido el orden del día.
Así que me fui a la Plaza del Corral de las Campanas a la hora que me había dicho el diputado, di mi DNI al guardia que estaba a la entrada para que copiara mis datos, y cuando llegué a la Sala de Plenos, para mi sorpresa había muy pocos asientos libres para los oyentes. Pero no porque hubiera una afluencia masiva de personas ansiosas de enterarse de los asuntos públicos, sino porque la parte de la sala dedicada al público era minúsculo.
Creo que no se espera que acudan los ciudadanos, sino sólo personas empleadas por los medios de comunicación.
La verdad es que no me extraña que los plenos no despierten más interés. El del lunes pasado duró tres horas, en un ambiente de calor sofocante y poco oxígeno (…en todos los sentidos), donde se debatieron sobre todo declaraciones de intenciones generales, y pocas cuestiones concretas. Se ve que las decisiones importantes se toman en otros lugares.
Dos detalles, sin relación con el orden del día, me llamaron la atención. Una fue la muy escasa presencia de mujeres: de los 25 diputados, sólo dos eran mujeres.
La otra fue la exagerada intolerancia del PP a las críticas; el portavoz de este grupo advirtió que se escucharían las grabaciones del pleno en busca de expresiones que pudieran ser objeto de denuncias – refiriéndose a criticas que en mis oídos me parecían completamente dentro de lo normal y justificable en un debate político.
También ha sido motivo de cierta reflexión mía la moción del PP “En apoyo a la inclusión de las personas con capacidades diferentes”, que recibió el apoyo de todos los grupos (¿quién diría que no lo apoyaría?) a pesar de lo que Rubén Arroyo de Trato subrayó: este apoyo debe prestarse en la actividad del día a día, no en declaraciones solemnes un día al año.
Más allá de la capacidad de emplear ls expresiones “políticamente correctas”, ¿en qué consiste ese apoyo? ¿Inclusión en qué? ¿Y quiénes pertenecen al “colectivo de personas con capacidades diferentes?
¿Cuáles son las capacidades “normales” y cuáles las “diferentes”?
Me parece que muchas veces las capacidades que más se valoran en Ávila son el conformismo, el aguante y el talento para acercarse a las personas actualmente en el poder – por encima de la inteligencia, la flexibilidad mental, la responsabilidad, la amabilidad, la creatividad, etc.
¿No tenemos todas las personas “capacidades diferentes”?
Incluso si utilizamos la palabra “discapacitado”, ¿quién no ha sido discapacitado en un momento u otro? Por mi parte, cuando hace unos años me rompí una pierna me sentí profundamente discapacidada durante muchos meses, e incluso es facil sufrir de cierta “discapacidad mental” por stress, agotamiento, porque se nos exige cosa absurdas, o al intentar comprender algunas comunicaciones administrativas o entendernos con alcaldes y representantes políticos que parecen tener un concepto de “lógica” y “racionalidad” muy sui generis.
Hay muchas formas de discapacidad, y muchos grados, y en la mayoría de los casos los apoyos suelen ser más bien escasos, o ausentes.
Lo que no hay son fronteras claras entre diferentes “colectivos”.
Sin embargo, ahora parece que las únicas personas que no pertenecen a ningún “colectivo” son los varones de entre 30 y 65 años, heteroséxuales, con trabajo, y sin ningúna enfermedad concreta.
Lo que yo quisiera es una sociedad que realmente valorara las diferentes capacidades, que se basara en la solidaridad, y que asumiera que todos podemos ser bastante frágiles y necesitar apoyo en un momento dado, o durante toda la vida. Una sociedad realmente humana y abierta.
…
Hace poco en un documental («Real Economics») oí citar a un escritor y antropólogo, que tras estudiar muchas sociedades diferentes había encontrado cinco valores universales: Solidaridad, Honestidad, Equidad, Respeto y Responsabilidad. Estos valores serían los que nos unen y sirven como bases de comunidades estables.
Cinco valores que -aunque en muchos casos se dan a nivel individual- echamos de menos en la provincia de Ávila.
Lena Pettersson